El Huaso es una figura clásica de la tradición chilena. La imagen que se construye de este personaje está representada por el hombre a caballo, proveniente del jinete andaluz que se trasladó a América con el proceso de conquista y colonia. 

En 1918 se definía al huaso como «campesino mal vestido, enrevesado para hablar, pero alegre y picaresco» (Valenzuela, Armengal. Glosario etimológico. Santiago; Imprenta Universitaria, 1918. p. 341). Esta imagen, que denotaba un personaje rural, y por lo tanto inculto, que no estaba al corriente de los usos y formas convencionales, identificaba también a un personaje saludable, espontáneo, de sanos sentimientos.

A través del tiempo, el colectivo imaginario del huaso chileno se idealizó. Más que una figura ingenua e inocente, se identificó con el campesino montado y, por ende, poderoso; se le atribuyó, así, la gallardía representativa de la exaltación nacional. Se transformó en un personaje viril, bien puesto, fuerte y ricamente vestido; con manta española, delicadas y firmes botas, cuidadas espuelas y fina montura. El huaso, que es un referente del valle central de Chile, se transformó en el símbolo de los valores de todo el territorio nacional; de los grandes fundos y la tradición de esas tierras. Su consiguiente música, ejemplificada principalmente en la cueca y la tonada, se transformó en el símbolo de Chile.

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